No fue una noche
cualquiera. Tenía 12 años cuando presencié en vivo y en directo el inicio de la
primera invasión de Estados Unidos y sus aliados a Irak. CNN me mostró una cantidad increíble de lucecitas verdes que iban hacia
una sola dirección en medio de la oscuridad de Bagdad; durante ese show de luces se alcanzaba a distinguir
lo que parecía una palmera y la silueta de una edificación cuadrada con una cúpula
encima que me recordaron al pesebre de icopor
que poníamos en la chimenea de mi casa cada diciembre, adornado con luces
navideñas titilantes, ovejas imposibles de poner en pie y algo por ahí
históricamente y geográficamente incorrecto.
Después de un par
de semanas de incesante cubrimiento periodístico de la invasión de Sadam
Hussein al Emirato Árabe de Kuwait, y de la certera invasión de Estados Unidos
a Irak, mi morbo pre adolescente, exacerbado por la exposición mediática a la
misma noticia a toda hora, quería saber de primera mano cómo se vería una
guerra propia de mi generación, no leída en los libros de historia o vista en
una película de Hollywood.
Al principio no
entendía bien lo de las lucecitas, me parecía hasta lindo ese contraste de
verde esmeralda brillante atravesando la negrura. Le pregunté a mi padre (quien
estaba a mi lado con el resto de mi familia pendientes del televisor y de la
transmisión de CNN) qué eran esas
luces, él me respondió que era un bombardeo, que no eran ningunas “lucesitas” sino el destello del fogonazo
de los misiles que estaban siendo lanzados, por cientos, en Bagdad.
¿Y los niños? ¿Las
mujeres? ¿Las personas que no tenían nada que ver con CNN o Kuwait? Estaban siendo mutilados, masacrados, muriendo en
medio de sonidos ensordecedores, estallidos estrepitosos, de la angustia de la
muerte que llega repentinamente del cielo con destellos luminosos… Quedé
estupefacta… sin embargo, no dejaba de pensar que el pesebre de mi casa se
parecía mucho a la silueta verdosa de Bagdad mostrada en las noticias.
Nunca se ha borrado
de mi mente aquello, no la imagen en sí mas el sentimiento de culpa por querer
presenciar en vivo y en directo tal
acontecimiento de la historia. Estados Unidos, sus aliados geopolíticos, los
medios de comunicación, la élite, me puso a mí y al resto del mundo como
testigos presenciales de la versión hollywoodense de los hechos, nos hizo
cómplices en directo, hicieron que individuos del mundo entero legitimáramos La Guerra del Golfo. Esa
noche, a los 12 años, entendí que había sido manipulada mediáticamente.
A pesar de esa
morbosa epifanía, mis escasos 12 años no me impidieron tener una posición
crítica frente a lo que mostraba la pantalla a partir de esa noche. Tal vez por
la educación recibida o por mi capacidad de discernimiento entendí, no sé si
con autocrítica pero sí con mucha vergüenza, que no se hubiese logrado esa
manipulación mediática en mí sin mi morbo (porque no fue curiosidad inquieta) y
el gusto por el belicismo que no me atañe directamente, por el dolor humano que
espero nunca vivir porque ver la crueldad humana en una pantalla me tiene, de
alguna manera, alejada de ella. Esa noche entendí que no fue solo CNN, fue también mi Yo.
No es la primera
vez que se utiliza el formato de noticia, el “última hora” o alguna de las
pantallas para difundir, promocionar y buscar legitimación de un hecho bélico,
especialmente si en este ocurre una invasión. Un poco antes de la Primera
Guerra Mundial la reportería gráfica de guerra había empezado gracias a los
avances en la fotografía (química y mecánica) que posibilitaron su portabilidad
permitiendo mostrar de primera mano en los extra de los periódicos del mundo los horrores de esta guerra, la
que dio inicio a la Industria Bélica; La Propaganda, ideada y teorizada en la
Rusia leninista e implementada en la Rusia stalinista, y protocolizada por Goebbels en la Alemania nazi,
utilizó la primera pantalla, la de cine por supuesto, para mostrar en sus
noticiarios el segundo horror, el de la Segunda Guerra Mundial, a todo
el mundo sin importar que estos espectadores fueran analfabetas. Otro hito en este tema es el cubrimiento
mediático de la Guerra de Vietnam en noticieros, esta vez utilizando la segunda
pantalla, la de televisión, que masificó aún más el impacto visual de un
conflicto editorializado por la potencia de la industria audiovisual estadounidense
y sus intereses particulares.
Ahora bien, lo
singular de esa transmisión de CNN
en la 1° Guerra del Golfo, fue
el cambio del manejo estético del cubrimiento noticioso de una guerra, donde ya
no solo se muestra la crueldad/sufrimiento de humanos contra humanos sino la
espectacularidad del artilugio bélico con sus sonidos y colores; incluso se
pasó al color verde propio de la visión
nocturna de cámaras, gafas y mirillas de equipamiento militar lo que pone al sistema de mirada del espectador en primera persona haciéndolo partícipe
cuasi directo de la incursión militar, así el espectador deja de ser pasivo, deja de ser un mero voyerista.
(Debería en este punto referirme sobre los videojuegos pero me abstengo,
es un tema que me intriga pero no manejo en absoluto, mi cerebro sapiens sapiens de cuchennial no me da para entender esa técnica narrativa propia del sapiens digitalis).
El nuevo espectador de noticias ya asumió el estilismo bélico en demasía
a través de noticias, fotos, películas; el cerebro ya tiene apropiado el
lenguaje audiovisual bélico con sus formas, sonidos y narrativas. Ahora no se
logra cautivar, tener ese primer enganche del público, si no se trata al
espectador/individuo como un consumidor de un producto. Esa noche Ted Turner
hizo una demostración en directo a sus clientes (la élite) de un nuevo
concepto: el marketing de guerra… pero no ese concepto atroz de la publicidad y
el mercadeo que pueden googlear sino
aquel que hace de la guerra y sus derivados un producto que se vende y se
consume, haciendo del espectador un consumidor de violencia más no de noticia.
Tampoco quiero adentrarme en las implicaciones audiovisuales en la
psiquis humana tomando como ejemplo esa
transmisión y la cada vez más fina línea divisoria entre publicidad y
propaganda. Se podría incluso hacer una tesis de ello. Si les interesa busquen
y encontrarán varios artículos en la web que cuentan y analizan sobre este
tópico muchísimo mejor que yo.
Mi propósito realmente es otro. Aparte de continuar con mi autoanálisis
frente a mis reacciones frente a lo que consumo en pantalla (porque no he
dejado de hacerlo desde aquella noche) es el de la pretensión moral: ¿ustedes cuándo
se dieron cuenta de que estaban siendo manipulados mediáticamente? Y si creen
que nunca lo han sido… ¿qué esperan para darse cuenta?
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